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Tu historia es Amor. Crees que vives en una historia de miedo, sufrimiento, carencia, deseo y terror. Y no sólo crees que vives en esa historia, sino que con el tiempo llegas a identificarte con ella, con ese sufrimiento en vida, que te lleva a una inevitable muerte entre destellos de aparente y fugaz felicidad.

La raíz de todos los aparentes e ilusorios males, es la falta de costumbre de Hacer y Ser para recordar aquello que uno realmente Es.

Recordar cada día el Origen, la raíz de lo que uno Es, lleva a uno a ver la realidad más profunda donde preguntas y respuestas ya han sido contestadas ante una pequeña y diminuta idea de miedo y locura.

Reconocer y saber, sentir lo que uno realmente Es, tan sólo puede darse cuando uno se presenta limpio ante la puerta del hogar, más para entrar manos y pies limpios han de estar.

Uno se limpia de camino al hogar, va dejando atrás a la muerte que lo acompaña día y noche sin descansar. Se disfraza de preocupación, pena, tristeza, ira, miedo, deseo, orgullo, desprecio, odio, enojo, anhelo, ansiedad, dolor, arrepentimiento, desesperación, culpa, castigo, vergüenza, humillación o decepción. Un camino que se presenta como si de un restaurante se tratase y que alimenta al que camina deseoso de un engaño de amor.

Más éste banquete tuvo un principio y un fin, pues el peregrino se ha dado cuenta de que se había quedado dormido en el camino, y hoy ha desvelado la máscara del temor, pues se ha despertado dulcemente de un sueño sin color.

La muerte no existe, un solo pensamiento al despertar. El peregrino desconcertado está, pues siente como si su enamorada muerte hubiese negado el pensamiento de este despertar. Una extraña sensación de Paz invade todo el lugar, e incluso su propia presencia lo alza a un nuevo caminar.

Un nuevo y serpenteante movimiento en su caminar, expande un aroma en forma de arco iris de calma y bienestar ante la mirada absorta de un peregrino que acepta sin condición alguna sus pasos lentos y pausados en libertad.

Árboles, flores, animales y minerales, sonríen ante su caminar, pues el peregrino respira profundamente y honra sus sonrisas con amabilidad. Cuerpo y mente unidos en un solo lugar, pues si de otro sueño se tratase ya no desea ni quiere despertar.

Campanas y cantos se escuchan ante la llegada del peregrino al lugar, pues es uno con sus hermanos y se abrazan tras despertar. Un recuerdo ahora queda atrás, más se ha trasformado en un Santo Encuentro de Eterna Libertad.

Bailes y alabanzas de gratitud, pues los hermanos se han dado la mano siendo niños inocentes, pues el Universo uno con el Cosmos han bendecido su Unión.

Limpios ante la puerta de su nuevo hogar, hoy se abre para que todos entren a celebrar el gran reencuentro en este despertar. Pies que han sido perdonados y manos con corazón, los traen de nuevo al Origen de lo que Son, el Amor de un solo Dios.

“La Felicidad no es completa hasta que se comparte” A mi amiga Lara, has sido un arco iris de inspiración en cada momento que pude compartir a tu lado, pues ahora ya sé dónde estás, descansas en Paz en este despertar. AMR

 

 

 

Perdóname si alguna vez no estuve a tu lado, tal y como te hubiese gustado que estuviese. Estuve ahí, más no supe acoger tu sufrimiento, pues en realidad estaba de manos y pies atada ante tu dolor.

El perdón que hoy te pido, es porque me doy cuenta de que no podía ofrecerte una comprensión a tu sufrimiento, pues me veía reflejada en tu dolor. Siempre estuviste ahí, has estado y estoy segura de que siempre estarás. Y ya no sólo porque estás, sino porque tu presencia ante mis días de dolor ha sido de una escucha y paciencia amorosa que me mostraba al verdadero amor.

En los días que parecían noches de terror, tú estabas ahí en silencio, a la espera de que terminase de hablar y llorar, para que con un simple abrazo y una leve sonrisa me aportaras sin palabra alguna, una gran seguridad ante el caos y el miedo que ocurría en mi mente en ese momento.

Te convertiste en un paño de lágrimas al que acudir para desahogarme, me ofrecías la seguridad y el apoyo ante el sufrimiento que me invadía, cuando un mar lágrimas y de dudas pretendía ahogarme sin éxito alguno.

¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Cómo haces para que ante este momento de dolor, logres apaciguar las aguas más bravas y al volcán de emociones más feroz?

Daba por hecho que me pertenecía tu presencia y tu acompañamiento, y se me olvidó darte las gracias y ofrecerte mi perdón.

En cada momento donde la tristeza y la felicidad habitan en mi corazón, estás ahí. En esos momentos que me ofreces tu compañía, recibo destellos de Unión con todo el Universo, con todo lo que hay a mí alrededor, conmigo misma, a través y junto a ti.

En ese mismo instante que estás a mi lado, mi mundo de miedo, sufrimiento y dolor se convierte en cenizas. Incluso puedo ver entre esa tiniebla de cenizas, cómo ahora nuevas semillas levantan bellos árboles, brotes verdes y flores de infinitos tamaños y colores.

La absoluta verdad se presenta ante nuestras miradas, tan sólo cuando estás junto a mí, sonrisas y lágrimas en Unión son ahora una gran ilusión. Mis pies y mis manos caminan sobre una pradera verde, pues el agua y la vida se llenan de color desde esta orilla, aquí a tu lado.

Impregnados de esta belleza, hoy comprendemos que tan sólo juntos en Unión ante lo que Es, podemos ver nuestra desnudez con la inocencia de un niño que vuelve a nacer. Y si hoy siento que he vuelto a nacer junto a ti, ahora despido mi yo del ayer, a la familia del ayer, de lo que fue y un día pensé que podía ser o podíamos ser.

Perdóname, pues el duelo de esta muerte anunciada, acaba en este mismo instante que te doy las gracias por estar y ser lo que eres. Pues tú me has enseñado a saber acompañarte en tu momentos de dolor.

Te pido perdón, por los momentos que no sabré ofrecerte el silencio, la compañía y la escucha amorosa que necesites, más sigo aprendido de ti y junto a ti.

Tal y como eres, está bien. 

Gracias Joseky por estar a mi lado, eres una gran inspiración.

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en un aserradero. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; por lo tanto, el leñador se decidió practicar toda su experiencia.
El primer día al presentarse al capataz, éste le dio un hacha y le designó una zona de trabajo. El hombre entusiasmado salió al bosque y en un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito, le dijo el capataz; sigue así.
Animado por las palabras del capataz, decidió mejorar su propia marca, de tal modo que esa noche se fue a descansar bien temprano.
Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
Triste por el poco rendimiento, pensó que tal vez debería descansar más tiempo así que esa noche decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó decidido a superar su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día sólo corto diez.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, hasta que al fin de esa primera semana de trabajo sólo cortó dos. No podía entender que le sucedía ya que físicamente se encontraba perfectamente, como el primer día.
Cansado y por respeto a quienes le habían ofrecido el trabajo, decidió presentar su renuncia, por lo que se dirigió al capataz al que le dijo:

-Señor, no sé qué me pasa, ni tampoco entiendo por qué he dejado de rendir en mi trabajo.
El capataz, un hombre muy sabio, le preguntó:
-¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?
-¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi hacha, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles.

¿Cuál es la reflexión que podrías hacer de este cuento corto?

Antes de seguir leyendo, te invito a que te pongas cómodo/a en tu asiento, cierres los ojos y hagas 3 respiraciones profundas y lentas, y acto seguido dejes que la respiración vuelva a su curso natural. Puedes centrar tu atención en ella durante un minuto más o menos y para dejar reposar en tu mente, el cuento que acabas de leer. De esta manera, es posible que te ayude a adentrarte un poco más profundamente en tu reflexión inicial y puedas añadir algún aspecto más a la visión o conclusión final de tu propio pensar.

Quizás para cada uno de nosotros “afilar el hacha” tenga un significado diferente. Hay tantas lecturas o reflexiones como experiencias vividas por cada persona. Dependiendo de cómo perciba el mundo cada uno y el valor de sus creencias, así será la toma de conciencia que se pueda ver en esta historia.

Te invito a observar y centrar tu atención en ésta perspectiva que te presento.

Este cuento, nos ofrece la posibilidad de darnos cuenta de nuestro “hacer impulsivo” diario.

Este leñador no podía “perder tiempo” en pararse a afilar el hacha, debía o tenía que cortar árboles.

¿Cuántas veces seguimos talando y talando árboles sin recordar que debemos afilar el hacha?

Éste es el estrés de la vida de hoy.  A veces estamos tan ocupados en hacer cosas, que pasamos por alto lo verdaderamente importante, “afilar el hacha”.

Éste cuento es una gran parábola o metáfora que nos deja ver a una de las grandes creencias colectivas e individuales que alimentamos y engordamos sin apenas ser conscientes: “Tenemos que hacer, sin pensar”. Pero tú podrías decir: ¡eso no es cierto, yo sí pienso lo que hago!. Está claro que piensas lo que haces, pero si te das cuenta sigues pensando en que tienes que seguir haciendo cosas. Si te paras a pensar en qué es lo que estás pensando, independientemente del contenido y adornos de ese pensar, ¿cuál es el tema principal de tus pensamientos? Quizás podría ser; ¿pensar en lo que tienes que hacer o no tienes que hacer?

Si reflexionamos sobre éstas preguntas, podríamos darnos cuenta o ser conscientes, de que pensamos lo que tenemos que hacer o no hacer, mientras que hacemos nuestras tareas. Y si estamos agotados de pensar lo que tenemos que hacer o nos hemos quedado libres de hacer algo, lo que hacemos es preguntar a otros que nos digan qué podemos hacer o no hacer.

Pararnos a “afilar el hacha”, es perder el tiempo, eso es lo que le dice el leñador a su capataz. Él tiene una obligación que debe cumplir, pararse sería perder su tiempo, tiene que producir y ser productivo. Si aplicamos esta reflexión a nuestra experiencia, podemos apreciar que es así el mundo que estamos fabricando colectiva e individualmente, un mundo frenético que no descansa.

Hemos creído que pararse un momento, o dedicar parte de nuestro tiempo a no hacer nada, es “perder el tiempo”. De hecho, me he encontrado a personas en consulta con alguna expresión cómo: – merece la pena “perder el tiempo” escuchando podcast sobre temas como éste-. 

Esto es algo que se nos ha transmitido a través de generaciones, son creencias colectivas que compartimos y hemos normalizado, de hecho si planteas a la sociedad en la que vivimos pararse para no hacer nada, obtendrías respuestas como: ¿eso para qué? ¿Vale o sirve para la producción?

Esperamos unas vacaciones como agua de mayo, para hacer aquellas cosas que anhelamos y deseamos, pero que nos contamos que ahora no podemos realizarlas. Nos vemos esperando a que llegue el fin de semana o un día libre, para hacer esas cosas que hemos imaginado o pensado entre semana y que creemos que nos ayudaran a estar más descansados, despejados, tranquilos o en paz. Y nuestra sorpresa es, que a veces nos decepcionamos porque no sabemos disfrutar de esos días libres o por el contrario, entramos en depresión o desasosiego cuando se nos acaban.

Afilar el hacha, ¿qué significado tiene para ti?

El maestro Zen Thich Nhat Hanh, en sus libros nos habla del arte de parar y no hacer nada, el arte de vivir en atención y en plena consciencia de lo que estamos haciendo. En sus indicaciones para parar y disfrutar de cada instante, es muy parecido a lo que podríamos llamar «parar para afilar el hacha».

Es fácil perder la perspectiva, como lo hizo el leñador, andaba perdido en su tarea de mejorar su propia marca. Quedó ciegamente atrapado en sus pensamientos y la propia lógica de su sistema de pensamiento. Se esforzaba una y otra vez en aquello que se había propuesto, mejorar su marca. Derrochaba toda su energía y vitalidad en cortar árboles con un hacha que no estaba cuidada. ¿Te has sentido alguna vez perdida/o, esforzándote y no se han dado las circunstancias de aquello que deseabas lograr?

Otra gran referencia que viene al caso y a la que es necesario hacer mención, es la biblia que nos dice:

“Si el hacha pierde su filo, y no se vuelve a afilar, hay que golpear con más fuerza.
El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada” …Eclesiastés 10:10

Aquí tenemos otra parábola o metáfora que nos deja ver claramente los mismos aspectos. En la frase “hay que golpear con más fuerza” se hace referencia a las resistencias, a la lucha diaria, a los miedos o bloqueos que aparecen en nuestras experiencias y que a veces no somos conscientes. Imponemos nuestros puntos de vista, nuestras creencias, ideas y expectativas en eso que hemos decido creer, y empleamos toda la fuerza “de nuestro hacha” física, mental y emocionalmente en ello. Deseamos conseguir algo y perdemos la perspectiva, nos desorientamos y no nos damos cuenta de las pequeñas e insignificantes cosas diarias que nos hacen disfrutar y sacar el máximo partido a la tarea que estamos haciendo. «El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada», ¿a qué se refiere? A que si afilamos el hacha, la tarea será limpia y bien hecha. Si nos permitimos parar, sentarnos respirar y darnos un tiempo de descanso, podremos ver, escuchar y sentir, qué palabras, acciones y pensamientos podrían ayudarnos a realizar la tarea de una manera correcta y con el máximo rendimiento.

No parar, resistirnos a ver otros puntos de vista y querer hacer las cosas por nuestra propia cuenta sin contar con los demás o con otros puntos de vista, invita a la separación de los unos con los otros, a la no cooperación y a la desigualdad entre nuestra comunidad. Creernos que tenemos la razón en lo que pensamos o creemos sobre nosotros mismos o a cerca de los demás, nos lleva como al leñador a estar cansados y agotados en nuestras jornadas diarias, con nuestros familiares, parejas o amigos.

A veces, cuando dejamos de dar palos a un tronco desesperados, atascados, bloqueados o frustrados y nos rendimos, entonces renunciamos a nuestras metas, objetivos, anhelos o deseos y  nos contamos que no es lo nuestro o que no es el momento, como hace el leñador frente a su capataz.

¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?

La siguiente parte del cuento es maravillosa: cómo el leñador se dirige a su capataz a ofrecer su renuncia y el capataz le ofrece una perspectiva diferente; -¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?

¿Cuántas veces hemos decido renunciar o dejar  algo y nos hemos encontrado con un nuevo enfoque y hemos o no aprendido de él?

Aquí es donde se encuentra parte del aprendizaje. En éste caso, el leñador ofrece ésta respuesta; -¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi hacha, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles.

Por su respuesta podríamos pensar que se pueden dar varias situaciones:

En la primera situación, el leñador en su afán de tener razón, es decir, que no es su “culpa” (la palabra culpa podríamos cambiarla por responsabilidad) y que no puede perder el tiempo en afilar su hacha, renuncia al trabajo y no admite su equivocación,  negando su (culpa) responsabilidad, proyectándola en los demás y justificándola enjuiciando y (castigando) de diferentes maneras cómo por ejemplo: …el hacha deben afilarla otros para cuando yo me ponga a trabajar …., ésta empresa no tiene las herramientas adecuadas para sus trabajadores, ¡así no se puede trabajar!…, ¡ya decía yo que no podía ser que yo no cortara más árboles!..,¡qué pretende con decirme que debo afilar mi hacha delante de los compañeros! me han humillado… No soy tonto, me voy, aquí no me valoran y encima me dejan en ridículo… Soy el que más árboles corta, mejor producción saco a la empresa y me dicen que ¿yo debo afilar hacha?…  

O por el contrario asume su (culpa) responsabilidad y se castiga diciéndose a sí mismo: -Quizás haya perdido facultades y ahora este trabajo no es para mí… Ni siquiera afilando el hacha, creo que pueda mejorar mi marca, me he dado cuenta que estoy muy cansado y mi cuerpo ya no es tan joven para éste trabajo…. Y así hasta un sinfín de justificaciones y argumentos para no admitir la responsabilidad de afilar su hacha. En ambos casos, hay culpa y castigo. Si niego mi culpa, la proyecto fuera en los demás, ellos son los culpables de que yo esté así en esta situación. Y si además me siento culpable y lo reconozco, me castigo y me machaco hasta creer que no merezco la pena. He aquí los 4 pilares fundamentales de la mente “ego”: Separación, culpa, castigo y miedo.

Otra de las situaciones con un enfoque mental sano y equilibrado podría ser, en la que el leñador sorprendido por la respuesta de su capataz -¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?, optara por una actitud de humildad. Y podríamos leer la respuesta que ofrece el leñador, como si fuese un darse cuenta de lo equivocado que estaba pensando y creyendo que no podía perder el tiempo afilando su hacha y el hecho de que lo había olvidado por completo. Había estado desorientado, en un estado de estrés y sufrimiento del que no había sido consciente. A partir de ésta toma de consciencia, su comportamiento y  rendimiento en el trabajo, iba a cambiar. Podemos apreciar que en este caso, el leñador ha asumido su responsabilidad sin sentir culpa o la necesidad de castigarse o castigar o enjuiciar a los demás, abriéndose a otros puntos de vista y perspectivas diferentes.

En ambos casos, el cambio o no de comportamiento depende del estado mental del leñador, de si cree que es culpable y merece o no, castigarse con o sin miedo.

Si reflexionamos un poco más en profundidad, el leñador sí que hizo un alto en su camino cuando fue a ofrecer su renuncia. En ese momento, obtuvo la respuesta y la claridad mental a su dilema o problema por parte del capataz. Aquí, ofrezco otra perspectiva diferente a lo referido anteriormente del cómo “parar y no hacer nada”.

Parar, podríamos verlo también desde la perspectiva de soltar el control o pedir ayuda. Sin embargo, dependiendo del enfoque mental y la disposición que tengas de aprender en ese momento, escuchas o no esa respuesta, y la interpretas o filtras acorde a tus preferencias, ideas y conceptos que tengas a cerca de ti mismo o de la situación.

Parar, reflexionar, observar, es lo único que nos va a ayudar a tomar el camino correcto y a deshacernos de aquello que nos lastra. A veces es importante desconectar de nuestra rutina y pensar en qué estamos haciendo, qué camino seguimos y qué cambiaríamos de nuestra vida. Tomamos decisiones equivocadas en base al estrés o frustración que sentimos en la rutina que mantenemos, sin darnos cuenta que hemos perdido la perspectiva como el leñador de afilar el hacha.

Afilar el hacha se puede interpretar también como “observar a tu mente” “observar tus pensamientos” “darnos cuenta de cómo nos hablamos a nosotros mismos” “estar atentos a lo que pasa por nuestra mente” “ser conscientes de los pensamientos destructivos, que nos llevan al conflicto o a estar enjuiciando”. Afilar el hacha lo podríamos comparar,  a coger las riendas de un caballo salvaje que galopa desbocado y sentirte unido/a él,  a respirar el aire fresco que te ofrecen los árboles, a escuchar el dulce canto mañanero de los pájaros, a disfrutar de un paseo por la naturaleza en silencio.., etc. Permitirnos esto y disfrutar del buen hacer en las pequeñas tareas cotidianas, es afilar el hacha.

Sin embargo, para hacer esto es necesario ser valientes, porque observar a la mente, observar al ego, es ver aspectos de nosotros mismos que no nos van a gustar, y eso es incómodo. Atravesar esa incomodidad duele y el dolor es lo que el ego quiere impedir a toda costa, no quiere que sintamos dolor. De ahí que estemos cegados y deseosos de sensaciones placenteras.

Para mí, afilar el hacha también es ”hacerse a un lado”. 

Hacerse a un lado, es pararme, respirar, observar, atender, acompañar y escuchar a esa parte de la mente que  alimenta el conflicto, la frustración, el miedo o la desesperación. Hacerse a un lado, es darme cuenta de las justificaciones y autoengaños de esa mente. Hacerse a un lado, es dejar mi punto de vista, mis creencias, (con esto me refiero a cuestionar aquellas ideas que hoy en día me hacen sufrir,) y  ponerme en disposición para abrirme a un solo pensamiento, el de la unión con mis hermanos y con el todo. Hacerse a un lado es acompañar con una dulce sonrisa, a esa parte de la mente (el ego) que cree saber todo, y tiene miedo a la incertidumbre de no saber. Hacerse a un lado, es aprender a desaprender. Hacerse a un lado, es quitarle la importancia al “yo”. Hacerse a un lado es escuchar a nuestra mente infantil y dejar que nos cuente todos sus miedos y el valor que tienen para ella. Hacerse a un lado, es darme cuenta de la tierra que me sostiene, honrarla y respetarla. Hacerse a un lado, es salir de donde estoy escondida y dejarme encontrar. Hacerse a un lado, es estar en disposición de observar los pensamientos del pasado y del futuro, las propias expectativas e inquietudes, para poder vivir y disfrutar del momento presente. Hacerse a un lado, es dar la gracias simplemente por estar viva. Hacerse a un lado, es darme cuenta del temor que tengo a Dios. Hacerse a un lado, es cruzar al otro lado del río y dejar en la arena mi barca (mis creencias) . Hacerse a un lado, es crear las circunstancias adecuadas para que pueda darse un espacio de silencio en esta mente confusa y perdida, para que se pueda manifestar la corrección y claridad oportuna del único pensamiento de Dios, el Amor. Hacerse a un lado, por lo tanto, es Unión.

hacerse a un lado

Sólo de ésta manera, puede surgir la compasión, la comprensión, el valor, la confianza, la palabra bondadosa y el amor por uno mismo. Solo de ésta manera, quizás podremos sentirnos en unión y comunión con toda la humanidad y el cosmos. Y sólo de ésta manera, quizás podremos tener una mente recta y equilibrada, con la disposición de ofrecer el acompañamiento necesario a quienes lo necesiten, sin querer imponer nuestro punto de vista. Querer ayudar a otros, sin haber afilado nuestra hacha o hacerse a un lado, no es ayudar, es alimentar y engordar al ego.

Para que pueda darse esto, debemos aprender a respirar, a parar para no hacer nada, a observar nuestros pensamientos, a comprender que no hacer nada es hacer algo, y después cuando estemos listos, el “yo” estará en disposición de hacerse a un lado y podrá estar disponible para ofrecer su mente recta, su luz al mundo.

Todo es mente.

«La causa es nuestra mente, nuestros pensamientos, y el efecto es nuestro comportamiento en la experiencia que vivimos». A.M.R.

Te invito a que dejes tu reflexión y las cosas que haces para afilar tu hacha o hacerte a un lado.