Expectativas pnl

Para curar o sanar una enfermedad, primero es necesario conocerla. Un médico estudia en profundidad y comprueba con diferentes técnicas y pruebas, las posibles causas que llevan al cuerpo a manifestar o desarrollar las diversas patologías que producen el deterioro o la enfermedad del mismo.

Nuestros cuerpos enferman, es algo que sabemos y tomamos precauciones, conciencia y a veces una sobre atención en mayor o menor intensidad.

Sin embargo, hay una enfermedad que no es visible y que sólo nos damos cuenta de ella cuando ya la estamos sintiendo. Darnos cuenta, no significa que podamos verla, sino que sabemos que está ahí, pero aún no podemos verla y mucho menos escucharla o atenderla.

Esa enfermedad normalmente suele ser un miedo, vestido, camuflado o disfrazado en forma de ansiedad, preocupación o estrés. A la vez, este miedo trae consigo una sensación de culpabilidad, un merecimiento de ser castigados o castigar, una tristeza profunda o una rabia e ira latente e impulsiva que no procede de lo exterior, (aunque a veces nos contemos lo contrario) sino que la causa procede del interior, y por eso, no la podemos ver y tampoco saber de dónde proviene.

Quizás deberíamos jugar a ser médicos cómo cuando éramos pequeños.

Pero para ello, antes debemos convertirnos en las mejores enfermeras/os. Cuando vamos a un hospital a que nos curen una herida, una enfermera/o nos atiende en calma y con seguridad ante nuestra desesperación y nos invita a sentarnos para que podamos sentirnos atendidos y escuchados.

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Para atender a nuestros miedos y a sus heridas, lo primero que podemos hacer es atenderlos con calma y sentarnos tal y como nos piden las enfermeras. El acto de sentarnos, nos coloca en una disposición de escucha y de apertura para atender a nuestro dolor, y nos ofrece un espacio silencioso y un estado mental totalmente opuesto a la desesperación o la ansiedad que llevamos arrastrando.  

Y desde ese estado mental, es cuando ya estamos en disposición de practicar con amabilidad unas respiraciones profundas y lentas que nos ayuden a calmar con seguridad, a esa herida que lleva tiempo sangrando y no nos habíamos dado cuenta.

El acto de respirar, es como desinfectar la herida a un nivel superficial con el agua oxigenada. Echar agua oxigenada a nuestro miedo, es como echar un manto blanco a un niña/o desamparada que anda perdida/o y no sabe dónde está, es como decirle a esa niña/o;

Ya has llegado, estas aquí, puedes estar tranquila/o.

Inspira y expira ese miedo.

Y quizás con ésta respiración, el agua oxigenada se transforme en el aire que refresque y limpie la suciedad de su herida.

Pararse y respirar, es también como tapar el exceso de frío o calor de nuestras emociones con vendas o sábanas que nos reconforten y nos protejan del clima exterior. Que nos protejan del ataque y los juicios de los demás y de nuestras propias exigencias. Respiramos y le acogemos, le podemos decir a esa niña/o;

Sé que estás sufriendo, estoy aquí para ti.

Ya estás aquí, ya has llegado.

Inspira y expira ese miedo.

Una vez que se ha calmado el dolor y el llanto superficial del golpe de esa herida y somos conscientes de la respiración pausada de esa niña/o, ya podremos dar unos puntos de sutura con una aguja que apenas causará dolor alguno, y con un hilo muy especial que nos dará la oportunidad de unir los dos lados de esa herida, para que nuestra piel pueda comenzar a cicatrizar de una manera natural.

Pero antes de comenzar a coser la herida, debemos saber si hemos administrado la dosis adecuada de anestesia para no causar más dolor, así que podemos hacer algunas respiraciones más. Ya estás aquí, ya estoy aquí contigo.

Y desde ahí es cuando podemos coser la herida. La aguja que tenemos en nuestras manos, representa la barca que ayuda a esa niña/o a cruzar a la otra orilla del río o la puerta que la invita a salir del cuarto oscuro donde está para que pueda ir a observar desde la ventana de otra habitación. Desde la otra orilla del río, es cuando se puede observar al miedo sin miedo y ver la claridad que hay en sus aguas.

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De ésta manera anclados a ese lado del río, desde la quietud y la calma, es cuando se puede observar junto a esa niña/o, la energía que ha derrochado con sus manos nadando a contra corriente para conseguir, lograr o alcanzar la idea que tenía de ella misma y de lo que era la verdadera felicidad.

Desde ahí, se puede observar cómo ha ido intentando alimentar y controlar la manera de cumplir las expectativas sobre esas ideas transmitidas por los padres, la familia, la pareja, los amigos o en la sociedad y el trabajo.

Desde ahí, se pueden observar a esas promesas, fidelidades, creencias e ideales y valores que los demás esperan de ella o de él, y que por amor a ellos decide viajar y quedarse junto a sus mundos ideales, en contra de los pulsos y las inspiraciones que su corazón le iba señalando…

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde ahí sentados en la otra orilla, podemos sentir las prisas de sus pies y los saltos al vacío, yendo de un lado para otro sin saber hacia dónde ir ante las exigencias y perspectivas de los demás y de ella misma/o. 

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde ahí, se puede observar cómo surge la sensación de asfixia, de ansiedad y estrés de no llegar a tiempo a servir a todos su ración de esperanza. Y la mezcla de emociones, rabia, ira o tristeza ante la posibilidad de no cumplir en un futuro con ellos y con ella misma; sus mandamientos, los preceptos y las órdenes de cada una de las ideas, valores y voces que resuenan en su mente infantil. Y que le lleva al recuerdo de que se encuentra atada de pies y manos, como si de una esclava y sirvienta fiel se tratara.

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde esa orilla, se pueden ver la tristeza de querer salir corriendo ante el miedo de no saber que le depara la incertidumbre ante el castigo, , el ataque, la deuda o la culpa por no cumplir aquello que se había prometido en el pasado así misma y a los demás. Y de ahí, sentir la sensación de carencia de no ser lo suficientemente hábil para soltar un recuerdo de pertenecer a un clan, una familia o un mundo convertido en obsesión.

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde esa orilla, se pueden ver  las dudas e indecisiones sobre lo que parecía estar bien y lo que parecía estar mal y la pérdida de equilibrio o la caída ante la respuesta de haber elegido mal, haberse equivocado, haber sufrido y hacer sufrir a los demás. Y de ahí, sentir la sensación de ser alguien muy malo que no merece ser querida/o y amada/o..

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde esa orilla del río, también se puede ver cómo esa niña/o camina perdida/o en mundos diferentes, sin saber quién es y donde está, sin poder averiguar cómo amarse así misma y de qué manera amar a los demás.

La aguja para coser la herida, es la que nos hace ver lo que no se ve desde el otro lado del río, lo que está más allá de nuestros ojos y no podemos ver, escuchar y sentir con el cuerpo.

Y el hilo para coser, es el que une ambas orillas para que la herida pueda cicatrizar de un modo natural y sin esfuerzo.

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El hilo que cose la herida, es el hilo que comprende a esa niña y a sus padres y a los demás. El hilo es la comprensión amorosa, que une ambas partes de la herida. Es el puente que une ambas orillas de un rio ya en calma. El hilo, es la comunicación, la escucha amorosa, sin etiquetas, sin juicio alguno ante lo que pasó o no pasó y ante lo que fue o dejo de ser.

Es el que comprende el sufrimiento y que Une junto con una aguja muy fina y firme desde la quietud, la calma y un caminar o un paso estable, aquello que parecía ser un abismo de separación. El hilo es el que transmuta todos los caminos, ideas, creencias y valores, en un solo camino, en un solo pensamiento, una sola emoción y como consecuencia en una sola sensación, la de sentirse y estar en Paz.

Una expectativa, no ofrece seguridad.

Una expectativa, es estar en el pasado o en el futuro. Una expectativa, es querer estar en otro lugar, porque en el que estoy no me gusta. Una expectativa es estar en el aire o en el cielo, cuando estoy viviendo en la tierra. Una expectativa, es estar desorientado ocupando un lugar que no me pertenece, porque donde estoy no estoy bien y prefiero irme a otro lugar donde me han asegurado que se puede estar mejor. Una expectativa es estar de viaje, fuera de casa y del calor del hogar. Una expectativa, es no estar aquí y por lo tanto, sólo puede traer duda, culpa incertidumbre y caos.

¿Dónde estoy? Estoy aquí, y como consecuencia…

¿Qué hora es? Ahora, y como consecuencia…

¿Quién soy? Soy este momento.

 

Estando aquí, puedo respirar

Aquí estoy segura/o y puedo sentir el gozo y la alegría de estar viva con cada inhalación y exhalación.

Y desde aquí, desde este momento, puedo ver, escuchar y sentir:

Que estoy donde tengo que estar.

Haciendo lo que tengo que hacer.

Ocupando el lugar que me pertenece.

Y siendo lo que tengo que ser.

Y como consecuencia, esto es lo esencial para mí, aquí y ahora y en este momento.

Y de ésta manera, las decisiones que tomo, son las esenciales para mi beneficio y para los demás.

Le podemos decir a esa niña/o.

Ya estás aquí, ya has llegado. Estás aquí y yo estoy contigo aquí también. Somos este momento de calma y quietud, donde nadie debe ir a ningún sitio, a ningún lugar. Ya hemos llegado. Estamos en casa, siendo lo que somos y sabiendo quienes somos. Sólo si tú quieres y puedes, te ofrezco mi mano para que juntos podamos sonreír al miedo y elegir estar en Paz.

Esta puede que sea la verdadera felicidad.

Para curar la enfermedad, primero debemos saber qué debemos soltar para poder ser libres aquí y ahora.

Ángeles MR.

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