Nada puede ir separado y nadie puede estar separado. Por muy solo que uno se pueda sentir y encontrar en un lugar, aunque no sepa, vea, escuche o sienta a su alrededor, no está solo.

Cuando uno cabalga, caballo, jinete, tierra, mar, viento y el viaje, van unido a su cabalgar y a la misma vida que sostiene la propia experiencia. Nunca va solo.

A veces uno se puede sentir solo ante el caballo salvaje de su día a día. Domar o dominar al caballo, a uno mismo y todos los factores que lo rodean, conlleva un sobreesfuerzo digno del jinete más valiente. Equilibrar un caballo difícil de montar, sin conocerse a sí mismo y al ambiente que lo rodea, resulta una locura incoherente adherida a más caos. Y si una locura es tapada ante los ojos de otros jinetes, nadie sabe que todos cabalgan entre caos y desesperación. Esto suele ocurrir, cuando no mostramos a nuestro caballo de batalla ante los demás, por temer a ser vulnerables, no sea que nos quiten al caballo o puedan ver la debilidad de nuestra batalla. Pero un día sin más, algo ocurre…

Ante la ceguera de una batalla de jinetes, se aproxima un jinete que resplandece al paso con su caballo al viento. Un aire limpio ante la mirada de los que cabalgan entre dunas de arena y agua, hace caer el velo de sus cegueras. Jinetes que han parado la locura de su cabalgar, abren los ojos ante la luz que se le brinda en este nuevo día.

Desorientados, miran asombrados al jinete de Luz resplandeciente, pues ahora les ha cegado con su brillante mirada. Su luz les hace ver que las riendas de sus caballos están entre sus manos, listos para subir a un nuevo caballo de inconmensurable belleza y pura raza.

Sin preámbulos, ni aspavientos, un nuevo batallón de jinetes con caballo al viento, se unen al misterio del valiente jinete, más todos una misma dirección cabalgan ahora fácilmente su caballo libre de cualquier pretensión. Una polvareda de luz y arena, van levantando a los que se quedan atrás y se unen al camino, como si de una gran expansión de fuerza y poder les hablara de la belleza en luz que los envuelve.

Pasado, presente y futuro, se equilibran tras este batallón, ya que en sus caballos al viento no ven más que la Luz del caos y el orden en unión, pues sus ojos ahora ven más allá de todo lo que a simple vista se ve.

Un solo propósito en Unión, pues locura y desesperación de jinetes que en su día a día cabalgaban cansados y aprisionados por la montura, el caballo y las riendas, hoy vencen la gran batalla tras el jinete de luz al viento.

El camino a la verdad se muestra ante este batallón, pues los jinetes y sus familias disfrutan todos juntos de aquello que realmente son.

En un instante el batallón amaina su paso, pues el caballo comienza a trotar como un señorito que muestra a su jinete valiente. Miradas que sonríen ante la belleza de su danzar, pues caballos, jinetes, monturas, riendas, arena y el trote de su caminar, se unen en una melodía familiar.

Animales, plantas, mares y océanos, se unen a este cabalgar, pues el Universo ha escuchado su melodía familiar. Más el cosmos ha entrado en erupción, ante tanta revolución. Una Santa melodía resuena en las mentes de toda la Filiación, pues ya no hay más defensa ante la Conciencia de la Verdad. Un nuevo Reino en Libertad ha sido tomado, por una fuente de alegría y por un jinete de Luz en su presencia uno con todos. Vida Eterna, Paz y Amor ya son.

Se lo dedico a un amigo que conocí hace un tiempo, gracias Pablo.  AMR.

Mentiras y Secretos.

Suelta lo que no has de llevar. Sólo las mentiras condenan. Las mentiras son secretos que no se atreven a compartir primero por vergüenza, más tarde por orgullo y finalmente por pena, más eso que uno guarda en secreto le atormenta primero, luego le pesa como una gran piedra y por último termina arrojando al fondo del mar esa experiencia digna de olvidar.

Culpa y castigo de un secreto y una mentira que viene por aire a través del pensamiento, pasa por la tierra cuando enferma el cuerpo y acaba en el mar llorando de pena por no haber soltado dichosa cadena.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué conseguí con esa mentira? ¿Para qué sirvió? Y ¿Quién es el que miente y a quién le miente?

Lo que comenzó ante la mirada de un niño, como un juego de ilusión y fantasía hoy termina ante la respuesta a estas preguntas.

La mentira es un secreto a voces que desea ser vista, pues tras de ella se esconde la ilusión y la fe de un niño que un día ante el miedo al dolor, sintió la presencia del Amor.

Pues hoy tu fe mueve montañas, y el sol de esta mañana anuncia que tras el camino de mentiras que subía a la montaña más alta, baja de vuelta a casa con una sonrisa siendo la misma montaña. Pues la muralla que construiste en espiral alrededor de la montaña, subía y bajaba como si de una montaña rusa inconsciente se tratara.

Hoy la tierra tiembla ante la piedra gigante que un día en sueños fabricaste y se pone en pie reclamando su grandeza desde su pequeñez. Era un pequeño en sueños, con mentiras y secretos de vergüenza, orgullo y pena, que un día se cayó y ahora se levanta para Ser y Unirse al Amor.

Un gigante dormido se despide con gratitud y camina despierto tras un mundo pequeño que queda atrás. Sus pasos lentos, alegres, pausados y conscientes, experimentan la libertad de una tierra que hoy le brinda la belleza de las flores que quedan a un lado de sus pies.

Su grandeza abre las puertas del cielo, pues las mentiras y secretos, culpas y castigos, comprenden que nunca fueron dignos de vivir en la penumbra y la dureza de lo oculto, pues son hijos del mismo Amor que un día un niño los fabricó con alegría e ilusión.

Abuelos, padres e hijos, se unen al gigante y depositan mentiras y secretos ante sus pies como si de un altar fuese. Y ahora libres de ese gran peso, con maletas y mochilas vacías, suben alegres por los pies del gigante hasta la cabeza, para así llegar al mismísimo cielo. Las puertas están abiertas y caminan subiendo por el gigante la familia en procesión. Infinitos como estrellas en el firmamento y pequeñas luciérnagas, envuelven al grande en un gran haz de luz radiante, pues ascienden todos juntos en un solo clamor.

Una hermandad recibe en sus mentes las alegrías que resuenan en todo el Universo, la raíz de sus mentiras y secretos los entrega hoy al cielo. Un gigante como un puente, más infinitos puentes hoy se alzan ante toda la filiación, pues no hay nadie en todo el cosmos que no atraviese la luz que emanan sus arcos de colores vivos y resplandecientes de Amor.

El perdón y la gratitud es el puente que une a la verdad que hay en mí, en ti y en nosotros, ambas se transforman en el encuentro Uno con el Amor.

AMR

Perdóname si alguna vez no estuve a tu lado, tal y como te hubiese gustado que estuviese. Estuve ahí, más no supe acoger tu sufrimiento, pues en realidad estaba de manos y pies atada ante tu dolor.

El perdón que hoy te pido, es porque me doy cuenta de que no podía ofrecerte una comprensión a tu sufrimiento, pues me veía reflejada en tu dolor. Siempre estuviste ahí, has estado y estoy segura de que siempre estarás. Y ya no sólo porque estás, sino porque tu presencia ante mis días de dolor ha sido de una escucha y paciencia amorosa que me mostraba al verdadero amor.

En los días que parecían noches de terror, tú estabas ahí en silencio, a la espera de que terminase de hablar y llorar, para que con un simple abrazo y una leve sonrisa me aportaras sin palabra alguna, una gran seguridad ante el caos y el miedo que ocurría en mi mente en ese momento.

Te convertiste en un paño de lágrimas al que acudir para desahogarme, me ofrecías la seguridad y el apoyo ante el sufrimiento que me invadía, cuando un mar lágrimas y de dudas pretendía ahogarme sin éxito alguno.

¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Cómo haces para que ante este momento de dolor, logres apaciguar las aguas más bravas y al volcán de emociones más feroz?

Daba por hecho que me pertenecía tu presencia y tu acompañamiento, y se me olvidó darte las gracias y ofrecerte mi perdón.

En cada momento donde la tristeza y la felicidad habitan en mi corazón, estás ahí. En esos momentos que me ofreces tu compañía, recibo destellos de Unión con todo el Universo, con todo lo que hay a mí alrededor, conmigo misma, a través y junto a ti.

En ese mismo instante que estás a mi lado, mi mundo de miedo, sufrimiento y dolor se convierte en cenizas. Incluso puedo ver entre esa tiniebla de cenizas, cómo ahora nuevas semillas levantan bellos árboles, brotes verdes y flores de infinitos tamaños y colores.

La absoluta verdad se presenta ante nuestras miradas, tan sólo cuando estás junto a mí, sonrisas y lágrimas en Unión son ahora una gran ilusión. Mis pies y mis manos caminan sobre una pradera verde, pues el agua y la vida se llenan de color desde esta orilla, aquí a tu lado.

Impregnados de esta belleza, hoy comprendemos que tan sólo juntos en Unión ante lo que Es, podemos ver nuestra desnudez con la inocencia de un niño que vuelve a nacer. Y si hoy siento que he vuelto a nacer junto a ti, ahora despido mi yo del ayer, a la familia del ayer, de lo que fue y un día pensé que podía ser o podíamos ser.

Perdóname, pues el duelo de esta muerte anunciada, acaba en este mismo instante que te doy las gracias por estar y ser lo que eres. Pues tú me has enseñado a saber acompañarte en tu momentos de dolor.

Te pido perdón, por los momentos que no sabré ofrecerte el silencio, la compañía y la escucha amorosa que necesites, más sigo aprendido de ti y junto a ti.

Tal y como eres, está bien. 

Gracias Joseky por estar a mi lado, eres una gran inspiración.

CANALIZACIÓN: Diálogos y Oraciones con la Madre de Madres

Aquello que tiene valor no está en este mundo perecedero, pues aquello a lo que le das valor y que no lo tiene, nubla la visión que un Padre le ha dado a su Hijo.

Tú que te has identificado con un tesoro inframundo y que no tiene valor alguno, le has dado todo el sentido que tiene ahora para ti, porque le has concedido todo el valor ante lo que piensas que eres en este mundo.

Aquí en este momento y siempre en la Eternidad, eres lo más valioso para el Padre y para mí, en este instante. Hoy te entregas al Padre a través de mí, para que juntos podamos celebrar el Santo reencuentro de la Joya más valiosa del Nilo.

El río Nilo fluye ante tus pies y tus manos se alzan hacia la montaña del Everest, pues se transforman en una cordillera ante tu mirada. Hoy se te ha entregado el tesoro más valioso que hay para ti. Lo que eres, ya es y como consecuencia, ya se ha dado.

Manos vacías, pies limpios, ante el Rey de todo el Universo que hoy recibe a su recién llegado y bien amado Hijo, pues su oración ha sido escuchada ante el clamor de la redención de sus hermanos para así ocupar el trono en el Reino que un día se olvidó.

Hoy se cumplen las promesas del Padre con respecto al Hijo, pues su patrimonio descansa en Paz, ante los pies y manos de la madre que lo da.

Tu corazón ahora arde en pasión ante la llegada de su Rey, pues el Universo se abre ante tus ojos para que puedas verlo en este instante.

Las respuestas que buscabas ya han sido contestadas, pues tu mirada ha sido transformada. Ya has llegado, pues el camino es lo que importaba e importa, más los tesoros de los mundos de fantasía e ilusión que inventaste dejaron su valor atrás.

Bajo el manto protector del valor de esos tesoros dejaste una pequeña semilla enterrada, como guía en la tierra, mensaje en el cielo y tablas sobre el agua. Más hoy hasta aquí, a tu hogar te trajeron a través del perdón y el gozo de la gratitud de este encuentro.

Trompetas vibran y resuenan en todo el Universo, pues el Cosmos hoy se une ante el Rey y su Hijo en la luz de este mensaje. En este instante, su Santa Madre los presenta ante todos sus hermanos, más los que miran su presencia ya saben quiénes son, de donde vienen y a donde van.

Bendita tú eres que has propiciado este encuentro, pues tu misericordia ya ha sido concebida a tu Santa Gloria. Y con cada oración, las ánimas benditas emanan su viveza entre alegrías y aleluyas, ante la Eterna pureza del corazón de Jesús.

Ardiente de Luz ante sus miradas pasea al Cristo por las calles del barrio de San Gabriel, más aquellos que lo ven, bajo su presencia comprenden sin más. Bienvenidos aquellos que se atrevieron a mirar al Padre siendo Hijos, pues la Madre ofrece hoy su encuentro ante la mirada de sus hermanos.

Ya está aquí, ya ha llegado, pues está en ti y contigo a tu lado.

Alabanzas de Gloria ante todos, aquí y ahora y en la Eternidad. Amén.

La paz es contigo. La paz es conmigo. La paz es con todos.                                                     

Ángeles Muñoz Ros. 01/06/2024

Expectativas pnl

Para curar o sanar una enfermedad, primero es necesario conocerla. Un médico estudia en profundidad y comprueba con diferentes técnicas y pruebas, las posibles causas que llevan al cuerpo a manifestar o desarrollar las diversas patologías que producen el deterioro o la enfermedad del mismo.

Nuestros cuerpos enferman, es algo que sabemos y tomamos precauciones, conciencia y a veces una sobre atención en mayor o menor intensidad.

Sin embargo, hay una enfermedad que no es visible y que sólo nos damos cuenta de ella cuando ya la estamos sintiendo. Darnos cuenta, no significa que podamos verla, sino que sabemos que está ahí, pero aún no podemos verla y mucho menos escucharla o atenderla.

Esa enfermedad normalmente suele ser un miedo, vestido, camuflado o disfrazado en forma de ansiedad, preocupación o estrés. A la vez, este miedo trae consigo una sensación de culpabilidad, un merecimiento de ser castigados o castigar, una tristeza profunda o una rabia e ira latente e impulsiva que no procede de lo exterior, (aunque a veces nos contemos lo contrario) sino que la causa procede del interior, y por eso, no la podemos ver y tampoco saber de dónde proviene.

Quizás deberíamos jugar a ser médicos cómo cuando éramos pequeños.

Pero para ello, antes debemos convertirnos en las mejores enfermeras/os. Cuando vamos a un hospital a que nos curen una herida, una enfermera/o nos atiende en calma y con seguridad ante nuestra desesperación y nos invita a sentarnos para que podamos sentirnos atendidos y escuchados.

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Para atender a nuestros miedos y a sus heridas, lo primero que podemos hacer es atenderlos con calma y sentarnos tal y como nos piden las enfermeras. El acto de sentarnos, nos coloca en una disposición de escucha y de apertura para atender a nuestro dolor, y nos ofrece un espacio silencioso y un estado mental totalmente opuesto a la desesperación o la ansiedad que llevamos arrastrando.  

Y desde ese estado mental, es cuando ya estamos en disposición de practicar con amabilidad unas respiraciones profundas y lentas que nos ayuden a calmar con seguridad, a esa herida que lleva tiempo sangrando y no nos habíamos dado cuenta.

El acto de respirar, es como desinfectar la herida a un nivel superficial con el agua oxigenada. Echar agua oxigenada a nuestro miedo, es como echar un manto blanco a un niña/o desamparada que anda perdida/o y no sabe dónde está, es como decirle a esa niña/o;

Ya has llegado, estas aquí, puedes estar tranquila/o.

Inspira y expira ese miedo.

Y quizás con ésta respiración, el agua oxigenada se transforme en el aire que refresque y limpie la suciedad de su herida.

Pararse y respirar, es también como tapar el exceso de frío o calor de nuestras emociones con vendas o sábanas que nos reconforten y nos protejan del clima exterior. Que nos protejan del ataque y los juicios de los demás y de nuestras propias exigencias. Respiramos y le acogemos, le podemos decir a esa niña/o;

Sé que estás sufriendo, estoy aquí para ti.

Ya estás aquí, ya has llegado.

Inspira y expira ese miedo.

Una vez que se ha calmado el dolor y el llanto superficial del golpe de esa herida y somos conscientes de la respiración pausada de esa niña/o, ya podremos dar unos puntos de sutura con una aguja que apenas causará dolor alguno, y con un hilo muy especial que nos dará la oportunidad de unir los dos lados de esa herida, para que nuestra piel pueda comenzar a cicatrizar de una manera natural.

Pero antes de comenzar a coser la herida, debemos saber si hemos administrado la dosis adecuada de anestesia para no causar más dolor, así que podemos hacer algunas respiraciones más. Ya estás aquí, ya estoy aquí contigo.

Y desde ahí es cuando podemos coser la herida. La aguja que tenemos en nuestras manos, representa la barca que ayuda a esa niña/o a cruzar a la otra orilla del río o la puerta que la invita a salir del cuarto oscuro donde está para que pueda ir a observar desde la ventana de otra habitación. Desde la otra orilla del río, es cuando se puede observar al miedo sin miedo y ver la claridad que hay en sus aguas.

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De ésta manera anclados a ese lado del río, desde la quietud y la calma, es cuando se puede observar junto a esa niña/o, la energía que ha derrochado con sus manos nadando a contra corriente para conseguir, lograr o alcanzar la idea que tenía de ella misma y de lo que era la verdadera felicidad.

Desde ahí, se puede observar cómo ha ido intentando alimentar y controlar la manera de cumplir las expectativas sobre esas ideas transmitidas por los padres, la familia, la pareja, los amigos o en la sociedad y el trabajo.

Desde ahí, se pueden observar a esas promesas, fidelidades, creencias e ideales y valores que los demás esperan de ella o de él, y que por amor a ellos decide viajar y quedarse junto a sus mundos ideales, en contra de los pulsos y las inspiraciones que su corazón le iba señalando…

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde ahí sentados en la otra orilla, podemos sentir las prisas de sus pies y los saltos al vacío, yendo de un lado para otro sin saber hacia dónde ir ante las exigencias y perspectivas de los demás y de ella misma/o. 

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde ahí, se puede observar cómo surge la sensación de asfixia, de ansiedad y estrés de no llegar a tiempo a servir a todos su ración de esperanza. Y la mezcla de emociones, rabia, ira o tristeza ante la posibilidad de no cumplir en un futuro con ellos y con ella misma; sus mandamientos, los preceptos y las órdenes de cada una de las ideas, valores y voces que resuenan en su mente infantil. Y que le lleva al recuerdo de que se encuentra atada de pies y manos, como si de una esclava y sirvienta fiel se tratara.

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde esa orilla, se pueden ver la tristeza de querer salir corriendo ante el miedo de no saber que le depara la incertidumbre ante el castigo, , el ataque, la deuda o la culpa por no cumplir aquello que se había prometido en el pasado así misma y a los demás. Y de ahí, sentir la sensación de carencia de no ser lo suficientemente hábil para soltar un recuerdo de pertenecer a un clan, una familia o un mundo convertido en obsesión.

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde esa orilla, se pueden ver  las dudas e indecisiones sobre lo que parecía estar bien y lo que parecía estar mal y la pérdida de equilibrio o la caída ante la respuesta de haber elegido mal, haberse equivocado, haber sufrido y hacer sufrir a los demás. Y de ahí, sentir la sensación de ser alguien muy malo que no merece ser querida/o y amada/o..

¿Dónde estás niña/o? Ya estás aquí…

Desde esa orilla del río, también se puede ver cómo esa niña/o camina perdida/o en mundos diferentes, sin saber quién es y donde está, sin poder averiguar cómo amarse así misma y de qué manera amar a los demás.

La aguja para coser la herida, es la que nos hace ver lo que no se ve desde el otro lado del río, lo que está más allá de nuestros ojos y no podemos ver, escuchar y sentir con el cuerpo.

Y el hilo para coser, es el que une ambas orillas para que la herida pueda cicatrizar de un modo natural y sin esfuerzo.

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El hilo que cose la herida, es el hilo que comprende a esa niña y a sus padres y a los demás. El hilo es la comprensión amorosa, que une ambas partes de la herida. Es el puente que une ambas orillas de un rio ya en calma. El hilo, es la comunicación, la escucha amorosa, sin etiquetas, sin juicio alguno ante lo que pasó o no pasó y ante lo que fue o dejo de ser.

Es el que comprende el sufrimiento y que Une junto con una aguja muy fina y firme desde la quietud, la calma y un caminar o un paso estable, aquello que parecía ser un abismo de separación. El hilo es el que transmuta todos los caminos, ideas, creencias y valores, en un solo camino, en un solo pensamiento, una sola emoción y como consecuencia en una sola sensación, la de sentirse y estar en Paz.

Una expectativa, no ofrece seguridad.

Una expectativa, es estar en el pasado o en el futuro. Una expectativa, es querer estar en otro lugar, porque en el que estoy no me gusta. Una expectativa es estar en el aire o en el cielo, cuando estoy viviendo en la tierra. Una expectativa, es estar desorientado ocupando un lugar que no me pertenece, porque donde estoy no estoy bien y prefiero irme a otro lugar donde me han asegurado que se puede estar mejor. Una expectativa es estar de viaje, fuera de casa y del calor del hogar. Una expectativa, es no estar aquí y por lo tanto, sólo puede traer duda, culpa incertidumbre y caos.

¿Dónde estoy? Estoy aquí, y como consecuencia…

¿Qué hora es? Ahora, y como consecuencia…

¿Quién soy? Soy este momento.

 

Estando aquí, puedo respirar

Aquí estoy segura/o y puedo sentir el gozo y la alegría de estar viva con cada inhalación y exhalación.

Y desde aquí, desde este momento, puedo ver, escuchar y sentir:

Que estoy donde tengo que estar.

Haciendo lo que tengo que hacer.

Ocupando el lugar que me pertenece.

Y siendo lo que tengo que ser.

Y como consecuencia, esto es lo esencial para mí, aquí y ahora y en este momento.

Y de ésta manera, las decisiones que tomo, son las esenciales para mi beneficio y para los demás.

Le podemos decir a esa niña/o.

Ya estás aquí, ya has llegado. Estás aquí y yo estoy contigo aquí también. Somos este momento de calma y quietud, donde nadie debe ir a ningún sitio, a ningún lugar. Ya hemos llegado. Estamos en casa, siendo lo que somos y sabiendo quienes somos. Sólo si tú quieres y puedes, te ofrezco mi mano para que juntos podamos sonreír al miedo y elegir estar en Paz.

Esta puede que sea la verdadera felicidad.

Para curar la enfermedad, primero debemos saber qué debemos soltar para poder ser libres aquí y ahora.

Ángeles MR.

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en un aserradero. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; por lo tanto, el leñador se decidió practicar toda su experiencia.
El primer día al presentarse al capataz, éste le dio un hacha y le designó una zona de trabajo. El hombre entusiasmado salió al bosque y en un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito, le dijo el capataz; sigue así.
Animado por las palabras del capataz, decidió mejorar su propia marca, de tal modo que esa noche se fue a descansar bien temprano.
Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
Triste por el poco rendimiento, pensó que tal vez debería descansar más tiempo así que esa noche decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó decidido a superar su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día sólo corto diez.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, hasta que al fin de esa primera semana de trabajo sólo cortó dos. No podía entender que le sucedía ya que físicamente se encontraba perfectamente, como el primer día.
Cansado y por respeto a quienes le habían ofrecido el trabajo, decidió presentar su renuncia, por lo que se dirigió al capataz al que le dijo:

-Señor, no sé qué me pasa, ni tampoco entiendo por qué he dejado de rendir en mi trabajo.
El capataz, un hombre muy sabio, le preguntó:
-¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?
-¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi hacha, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles.

¿Cuál es la reflexión que podrías hacer de este cuento corto?

Antes de seguir leyendo, te invito a que te pongas cómodo/a en tu asiento, cierres los ojos y hagas 3 respiraciones profundas y lentas, y acto seguido dejes que la respiración vuelva a su curso natural. Puedes centrar tu atención en ella durante un minuto más o menos y para dejar reposar en tu mente, el cuento que acabas de leer. De esta manera, es posible que te ayude a adentrarte un poco más profundamente en tu reflexión inicial y puedas añadir algún aspecto más a la visión o conclusión final de tu propio pensar.

Quizás para cada uno de nosotros “afilar el hacha” tenga un significado diferente. Hay tantas lecturas o reflexiones como experiencias vividas por cada persona. Dependiendo de cómo perciba el mundo cada uno y el valor de sus creencias, así será la toma de conciencia que se pueda ver en esta historia.

Te invito a observar y centrar tu atención en ésta perspectiva que te presento.

Este cuento, nos ofrece la posibilidad de darnos cuenta de nuestro “hacer impulsivo” diario.

Este leñador no podía “perder tiempo” en pararse a afilar el hacha, debía o tenía que cortar árboles.

¿Cuántas veces seguimos talando y talando árboles sin recordar que debemos afilar el hacha?

Éste es el estrés de la vida de hoy.  A veces estamos tan ocupados en hacer cosas, que pasamos por alto lo verdaderamente importante, “afilar el hacha”.

Éste cuento es una gran parábola o metáfora que nos deja ver a una de las grandes creencias colectivas e individuales que alimentamos y engordamos sin apenas ser conscientes: “Tenemos que hacer, sin pensar”. Pero tú podrías decir: ¡eso no es cierto, yo sí pienso lo que hago!. Está claro que piensas lo que haces, pero si te das cuenta sigues pensando en que tienes que seguir haciendo cosas. Si te paras a pensar en qué es lo que estás pensando, independientemente del contenido y adornos de ese pensar, ¿cuál es el tema principal de tus pensamientos? Quizás podría ser; ¿pensar en lo que tienes que hacer o no tienes que hacer?

Si reflexionamos sobre éstas preguntas, podríamos darnos cuenta o ser conscientes, de que pensamos lo que tenemos que hacer o no hacer, mientras que hacemos nuestras tareas. Y si estamos agotados de pensar lo que tenemos que hacer o nos hemos quedado libres de hacer algo, lo que hacemos es preguntar a otros que nos digan qué podemos hacer o no hacer.

Pararnos a “afilar el hacha”, es perder el tiempo, eso es lo que le dice el leñador a su capataz. Él tiene una obligación que debe cumplir, pararse sería perder su tiempo, tiene que producir y ser productivo. Si aplicamos esta reflexión a nuestra experiencia, podemos apreciar que es así el mundo que estamos fabricando colectiva e individualmente, un mundo frenético que no descansa.

Hemos creído que pararse un momento, o dedicar parte de nuestro tiempo a no hacer nada, es “perder el tiempo”. De hecho, me he encontrado a personas en consulta con alguna expresión cómo: – merece la pena “perder el tiempo” escuchando podcast sobre temas como éste-. 

Esto es algo que se nos ha transmitido a través de generaciones, son creencias colectivas que compartimos y hemos normalizado, de hecho si planteas a la sociedad en la que vivimos pararse para no hacer nada, obtendrías respuestas como: ¿eso para qué? ¿Vale o sirve para la producción?

Esperamos unas vacaciones como agua de mayo, para hacer aquellas cosas que anhelamos y deseamos, pero que nos contamos que ahora no podemos realizarlas. Nos vemos esperando a que llegue el fin de semana o un día libre, para hacer esas cosas que hemos imaginado o pensado entre semana y que creemos que nos ayudaran a estar más descansados, despejados, tranquilos o en paz. Y nuestra sorpresa es, que a veces nos decepcionamos porque no sabemos disfrutar de esos días libres o por el contrario, entramos en depresión o desasosiego cuando se nos acaban.

Afilar el hacha, ¿qué significado tiene para ti?

El maestro Zen Thich Nhat Hanh, en sus libros nos habla del arte de parar y no hacer nada, el arte de vivir en atención y en plena consciencia de lo que estamos haciendo. En sus indicaciones para parar y disfrutar de cada instante, es muy parecido a lo que podríamos llamar «parar para afilar el hacha».

Es fácil perder la perspectiva, como lo hizo el leñador, andaba perdido en su tarea de mejorar su propia marca. Quedó ciegamente atrapado en sus pensamientos y la propia lógica de su sistema de pensamiento. Se esforzaba una y otra vez en aquello que se había propuesto, mejorar su marca. Derrochaba toda su energía y vitalidad en cortar árboles con un hacha que no estaba cuidada. ¿Te has sentido alguna vez perdida/o, esforzándote y no se han dado las circunstancias de aquello que deseabas lograr?

Otra gran referencia que viene al caso y a la que es necesario hacer mención, es la biblia que nos dice:

“Si el hacha pierde su filo, y no se vuelve a afilar, hay que golpear con más fuerza.
El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada” …Eclesiastés 10:10

Aquí tenemos otra parábola o metáfora que nos deja ver claramente los mismos aspectos. En la frase “hay que golpear con más fuerza” se hace referencia a las resistencias, a la lucha diaria, a los miedos o bloqueos que aparecen en nuestras experiencias y que a veces no somos conscientes. Imponemos nuestros puntos de vista, nuestras creencias, ideas y expectativas en eso que hemos decido creer, y empleamos toda la fuerza “de nuestro hacha” física, mental y emocionalmente en ello. Deseamos conseguir algo y perdemos la perspectiva, nos desorientamos y no nos damos cuenta de las pequeñas e insignificantes cosas diarias que nos hacen disfrutar y sacar el máximo partido a la tarea que estamos haciendo. «El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada», ¿a qué se refiere? A que si afilamos el hacha, la tarea será limpia y bien hecha. Si nos permitimos parar, sentarnos respirar y darnos un tiempo de descanso, podremos ver, escuchar y sentir, qué palabras, acciones y pensamientos podrían ayudarnos a realizar la tarea de una manera correcta y con el máximo rendimiento.

No parar, resistirnos a ver otros puntos de vista y querer hacer las cosas por nuestra propia cuenta sin contar con los demás o con otros puntos de vista, invita a la separación de los unos con los otros, a la no cooperación y a la desigualdad entre nuestra comunidad. Creernos que tenemos la razón en lo que pensamos o creemos sobre nosotros mismos o a cerca de los demás, nos lleva como al leñador a estar cansados y agotados en nuestras jornadas diarias, con nuestros familiares, parejas o amigos.

A veces, cuando dejamos de dar palos a un tronco desesperados, atascados, bloqueados o frustrados y nos rendimos, entonces renunciamos a nuestras metas, objetivos, anhelos o deseos y  nos contamos que no es lo nuestro o que no es el momento, como hace el leñador frente a su capataz.

¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?

La siguiente parte del cuento es maravillosa: cómo el leñador se dirige a su capataz a ofrecer su renuncia y el capataz le ofrece una perspectiva diferente; -¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?

¿Cuántas veces hemos decido renunciar o dejar  algo y nos hemos encontrado con un nuevo enfoque y hemos o no aprendido de él?

Aquí es donde se encuentra parte del aprendizaje. En éste caso, el leñador ofrece ésta respuesta; -¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi hacha, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles.

Por su respuesta podríamos pensar que se pueden dar varias situaciones:

En la primera situación, el leñador en su afán de tener razón, es decir, que no es su “culpa” (la palabra culpa podríamos cambiarla por responsabilidad) y que no puede perder el tiempo en afilar su hacha, renuncia al trabajo y no admite su equivocación,  negando su (culpa) responsabilidad, proyectándola en los demás y justificándola enjuiciando y (castigando) de diferentes maneras cómo por ejemplo: …el hacha deben afilarla otros para cuando yo me ponga a trabajar …., ésta empresa no tiene las herramientas adecuadas para sus trabajadores, ¡así no se puede trabajar!…, ¡ya decía yo que no podía ser que yo no cortara más árboles!..,¡qué pretende con decirme que debo afilar mi hacha delante de los compañeros! me han humillado… No soy tonto, me voy, aquí no me valoran y encima me dejan en ridículo… Soy el que más árboles corta, mejor producción saco a la empresa y me dicen que ¿yo debo afilar hacha?…  

O por el contrario asume su (culpa) responsabilidad y se castiga diciéndose a sí mismo: -Quizás haya perdido facultades y ahora este trabajo no es para mí… Ni siquiera afilando el hacha, creo que pueda mejorar mi marca, me he dado cuenta que estoy muy cansado y mi cuerpo ya no es tan joven para éste trabajo…. Y así hasta un sinfín de justificaciones y argumentos para no admitir la responsabilidad de afilar su hacha. En ambos casos, hay culpa y castigo. Si niego mi culpa, la proyecto fuera en los demás, ellos son los culpables de que yo esté así en esta situación. Y si además me siento culpable y lo reconozco, me castigo y me machaco hasta creer que no merezco la pena. He aquí los 4 pilares fundamentales de la mente “ego”: Separación, culpa, castigo y miedo.

Otra de las situaciones con un enfoque mental sano y equilibrado podría ser, en la que el leñador sorprendido por la respuesta de su capataz -¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?, optara por una actitud de humildad. Y podríamos leer la respuesta que ofrece el leñador, como si fuese un darse cuenta de lo equivocado que estaba pensando y creyendo que no podía perder el tiempo afilando su hacha y el hecho de que lo había olvidado por completo. Había estado desorientado, en un estado de estrés y sufrimiento del que no había sido consciente. A partir de ésta toma de consciencia, su comportamiento y  rendimiento en el trabajo, iba a cambiar. Podemos apreciar que en este caso, el leñador ha asumido su responsabilidad sin sentir culpa o la necesidad de castigarse o castigar o enjuiciar a los demás, abriéndose a otros puntos de vista y perspectivas diferentes.

En ambos casos, el cambio o no de comportamiento depende del estado mental del leñador, de si cree que es culpable y merece o no, castigarse con o sin miedo.

Si reflexionamos un poco más en profundidad, el leñador sí que hizo un alto en su camino cuando fue a ofrecer su renuncia. En ese momento, obtuvo la respuesta y la claridad mental a su dilema o problema por parte del capataz. Aquí, ofrezco otra perspectiva diferente a lo referido anteriormente del cómo “parar y no hacer nada”.

Parar, podríamos verlo también desde la perspectiva de soltar el control o pedir ayuda. Sin embargo, dependiendo del enfoque mental y la disposición que tengas de aprender en ese momento, escuchas o no esa respuesta, y la interpretas o filtras acorde a tus preferencias, ideas y conceptos que tengas a cerca de ti mismo o de la situación.

Parar, reflexionar, observar, es lo único que nos va a ayudar a tomar el camino correcto y a deshacernos de aquello que nos lastra. A veces es importante desconectar de nuestra rutina y pensar en qué estamos haciendo, qué camino seguimos y qué cambiaríamos de nuestra vida. Tomamos decisiones equivocadas en base al estrés o frustración que sentimos en la rutina que mantenemos, sin darnos cuenta que hemos perdido la perspectiva como el leñador de afilar el hacha.

Afilar el hacha se puede interpretar también como “observar a tu mente” “observar tus pensamientos” “darnos cuenta de cómo nos hablamos a nosotros mismos” “estar atentos a lo que pasa por nuestra mente” “ser conscientes de los pensamientos destructivos, que nos llevan al conflicto o a estar enjuiciando”. Afilar el hacha lo podríamos comparar,  a coger las riendas de un caballo salvaje que galopa desbocado y sentirte unido/a él,  a respirar el aire fresco que te ofrecen los árboles, a escuchar el dulce canto mañanero de los pájaros, a disfrutar de un paseo por la naturaleza en silencio.., etc. Permitirnos esto y disfrutar del buen hacer en las pequeñas tareas cotidianas, es afilar el hacha.

Sin embargo, para hacer esto es necesario ser valientes, porque observar a la mente, observar al ego, es ver aspectos de nosotros mismos que no nos van a gustar, y eso es incómodo. Atravesar esa incomodidad duele y el dolor es lo que el ego quiere impedir a toda costa, no quiere que sintamos dolor. De ahí que estemos cegados y deseosos de sensaciones placenteras.

Para mí, afilar el hacha también es ”hacerse a un lado”. 

Hacerse a un lado, es pararme, respirar, observar, atender, acompañar y escuchar a esa parte de la mente que  alimenta el conflicto, la frustración, el miedo o la desesperación. Hacerse a un lado, es darme cuenta de las justificaciones y autoengaños de esa mente. Hacerse a un lado, es dejar mi punto de vista, mis creencias, (con esto me refiero a cuestionar aquellas ideas que hoy en día me hacen sufrir,) y  ponerme en disposición para abrirme a un solo pensamiento, el de la unión con mis hermanos y con el todo. Hacerse a un lado es acompañar con una dulce sonrisa, a esa parte de la mente (el ego) que cree saber todo, y tiene miedo a la incertidumbre de no saber. Hacerse a un lado, es aprender a desaprender. Hacerse a un lado, es quitarle la importancia al “yo”. Hacerse a un lado es escuchar a nuestra mente infantil y dejar que nos cuente todos sus miedos y el valor que tienen para ella. Hacerse a un lado, es darme cuenta de la tierra que me sostiene, honrarla y respetarla. Hacerse a un lado, es salir de donde estoy escondida y dejarme encontrar. Hacerse a un lado, es estar en disposición de observar los pensamientos del pasado y del futuro, las propias expectativas e inquietudes, para poder vivir y disfrutar del momento presente. Hacerse a un lado, es dar la gracias simplemente por estar viva. Hacerse a un lado, es darme cuenta del temor que tengo a Dios. Hacerse a un lado, es cruzar al otro lado del río y dejar en la arena mi barca (mis creencias) . Hacerse a un lado, es crear las circunstancias adecuadas para que pueda darse un espacio de silencio en esta mente confusa y perdida, para que se pueda manifestar la corrección y claridad oportuna del único pensamiento de Dios, el Amor. Hacerse a un lado, por lo tanto, es Unión.

hacerse a un lado

Sólo de ésta manera, puede surgir la compasión, la comprensión, el valor, la confianza, la palabra bondadosa y el amor por uno mismo. Solo de ésta manera, quizás podremos sentirnos en unión y comunión con toda la humanidad y el cosmos. Y sólo de ésta manera, quizás podremos tener una mente recta y equilibrada, con la disposición de ofrecer el acompañamiento necesario a quienes lo necesiten, sin querer imponer nuestro punto de vista. Querer ayudar a otros, sin haber afilado nuestra hacha o hacerse a un lado, no es ayudar, es alimentar y engordar al ego.

Para que pueda darse esto, debemos aprender a respirar, a parar para no hacer nada, a observar nuestros pensamientos, a comprender que no hacer nada es hacer algo, y después cuando estemos listos, el “yo” estará en disposición de hacerse a un lado y podrá estar disponible para ofrecer su mente recta, su luz al mundo.

Todo es mente.

«La causa es nuestra mente, nuestros pensamientos, y el efecto es nuestro comportamiento en la experiencia que vivimos». A.M.R.

Te invito a que dejes tu reflexión y las cosas que haces para afilar tu hacha o hacerte a un lado.